EN DEFENSA DE UNA IZQUIERDA NACIONAL ANDALUZA

 

 

   He leído un sorprendente texto acerca de una supuesta “falsa dicotomía entre la cuestión nacional y la izquierda marxista”. Comienza afirmando que está convencido “de que las palabras que siguen irritaran a muchos”. Y ello es cierto, pero no por las grandes verdades que contiene, sino por sus infinitas carencias. No son los nacionalistas de izquierda andaluces lo que deben “irritarse” por su contenido, sino sus compañeros marxistas por la banalidad del análisis y la inconsistencia de sus conclusiones en alguien que se reclama seguidor del socialismo científico. Baste citar como muestra el propio titulo del mismo; la falsa dicotomía donde realmente está es en la separación que el realiza entre nacionalistas y marxistas. Hay nacionanalistas marxistas y no marxistas, y marxistas nacionalistas y no nacionalistas. La “dicotomía” que el denuncia solo existe en su concepción de la realidad. Y es que la frase más acertada que contiene el mismo, es su afirmación de que; “las simplificaciones ayudan poco a comprender la realidad, las simplezas menos”. Lastima que no se aplique dichos principios a si mismo.

   El artículo, por si mismo, no es merecedor más que de un magnánimo silencio, pero como creo que contiene muchos clichés compartidos por más de uno, creo interesante utilizarlo como base para clarificar algunos conceptos y principios.

   Comienza aseverando que; “la cuestión nacional ha sido para la izquierda revolucionaría un elemento de fragmentación de fuerzas y aislamiento social más que una herramienta para debilitar el estado burgués; solo el País Vasco y Cataluña, y parcialmente Galicia, escapan a esta consideración. El nacionalismo andaluz, por ejemplo, ha demostrado su extrema debilidad con el reciente referéndum estatutario, que ha dejado en completo ridículo a los que hablaban de autodeterminación e independencia, y se encontraron con un pueblo que oscila entre aquellos a los que no les interesa el tema en absoluto y los que respaldan un nuevo estatuto que desde luego consagra la unidad de España”.

   La izquierda revolucionaria es toda aquella que persigue la transformación radical de la realidad. La construcción de una sociedad basamentada en principios éticos, políticos y económicos diametralmente opuestos a los actuales del reinado burgués. Dicha izquierda transformadora es, por sus mismas características, necesariamente minoritaria. Solo cuando cambian las condiciones sociales; cuando las contradicciones del sistema producen una crisis que provoca situaciones pre-revolucionarias, esta pasa de ser una minoría aislada a, primero una vanguardia escuchada y después una mayoría social. En todas las épocas y lugares, aquellos que defienden otro tipo de sociedad no son seguidos, ni tan siquiera oídos, mientras la mayoría de la población no es consciente de la necesidad del cambio. Por tanto, si un movimiento que se reclame de la izquierda transformadora no es minoritario y obtiene éxitos electorales en un estado burgués es que, una de dos; o se encuentra dicha sociedad en un estadio pre-revolucionario, o dicho grupo se ha presentado a la población con un programa socialdemócrata. Cuando el pueblo cree vivir satifastóriamente no se plantea cambios drásticos sino, a lo sumo, una mejor gestión de lo existente. Esa es la razón de que, en estas condiciones y como norma general, solo prosperen aquellas supuestas “izquierdas” que defienden la democracia burguesa (como el PSOE) o que, aún proclamando verbalmente su aspiración a otra, propugnen programas que en nada alteren de hecho y en lo fundamental el orden establecido (como es el caso de IU). En ningún lugar del Estado “prospera”, electoralmente hablando,  la izquierda radical. Si en Cataluña, Galicia o Euskadi, parece hacerlo es; o bien porque en sus programas han dejado hace tiempo de serlo, manteniendo una “radicalidad” meramente formal (caso del BNG o de ERC) o porque a la hora de votar prima el elemento soberanísta en la elección de la población (caso de Batasuna). Otra excepción es también la constituida por poblaciones como la de Marinaleda, donde el grado de conciencia popular hace a la izquierda radical mayoritaria; lógica consecuencia de la propia radicalización en sus concepciones sociales por parte de la mayoría de la población. En definitiva; que en una sociedad burguesa asentada, ser minoritaria y permanecer aislada de la mentalidad mayoritaria es el destino de toda izquierda revolucionaria, con independencia de mantener principios nacionalistas, por el mismo hecho de serlo, y el día que no sea así será porque ha dejado de ser revolucionaria. Y una diferencia fundamental entre una izquierda transformadora y otra que no es más que capataz de los intereses del sistema, es que la primera valora los medios y procedimientos de la sociedad burguesa solo como instrumentos para actuar en su contra, combatiéndola con sus propias armas, mientras que la segunda los considera un fin en si mismo, valorando los resultados electorales y las distintas  parcelas de poder obtenidas como metas y como barómetros que determinan los objetivos y miden el acierto de estos.

   En cuanto al nacionalismo andaluz, es palpable que no es compartido por la inmensa  mayoría de nuestro pueblo; pero es igualmente evidente que los principios no son tales por cuestiones aritméticas o cuantitativas. Una verdad no lo es en tanto crean en ella muchos, ni deja de serlo porque solo la compartan unos pocos. Y las verdades se defienden por serlo no por el número de los que participan de la misma. Si el grupo al que pertenece el autor se presentase a unas elecciones con un programa marxista revolucionario, con toda seguridad obtendría unos escuálidos resultados. Supongo que, en ese caso, sería consecuente y afirmaría que; “el trotskismo marxista-leninista ha demostrado su extrema debilidad en las recientes elecciones, que ha dejado en completo ridículo a los que hablaban de revolución y antiglobalización, y se encontraron con un pueblo que oscila entre aquellos a los que no les interesa el tema en absoluto y los que respaldan la sociedad burguesa que desde luego consagra el capitalismo”. Consecuentemente concluiría que; “la cuestión del marxismo revolucionario ha sido para la izquierda un elemento de fragmentación de fuerzas y de aislamiento social”... Resumiendo, que si la formula que aplica a otros es correcta, aplíquesela a si mismo. Si, muy al contrario, considera que su ideología es la acertada con independencia de la cantidad de conciudadanos que la compartan, lo mismo cabe a firmar del nacionalismo radical de izquierdas. Y si, igualmente, considera que dicha ideología no es motivo de fragmentación en la izquierda revolucionaria, tampoco la del soberanismo andaluz.

   Podría haciendo ver la irracionalidad de sus argumentaciones párrafo a párrafo, pero haría este artículo innecesariamente extenso, y son tan obviamente erróneas que se contestan por si mismas. No son más que otra versión de los conocidos españolismos envueltos en pretendido progresismo y mil veces escuchados, del tipo: lo obsoleto del nacionalismo en un mundo sin fronteras, la historia en común, la bondad autonómica, el aislamiento social, la falta de conciencia nacionalista, el alejamiento de los intereses reales de la población, etc., ... y viva España!!!. Dado que, mi objetivo solo es utilizarlo como base de clarificación de algunos conceptos y principios, me gustaría pararme en otro párrafo que considero significativo en ese sentido, y que me será útil al respecto.
Dice el autor que; “ya es hora de que abandonemos la dicotomía centralismo/independentismo, producto de la concepción burguesa del estado-nación y nos demos cuenta de que hay otros caminos, para empezar el de construir un estado plurinacional que se reconozca como tal. No olvidemos que a lo largo de la historia la mayoría de los estados han sido multiétnicos y en la actualidad sigue siendo así”...Y continua; “... en un planeta en el que existen 2000 etnias y unos doscientos estados, ¿cuántas guerras serían necesarias para lograr el mapa perfecto? Si añadimos raro es el pueblo sin estado que vive en un estado de población homogénea o el estado que abraza la totalidad de su etnia, ¿cuántas limpiezas étnicas serían precisas?”.

   Es cierto que la burguesía, para su dominio de la población ha utilizado el concepto del estado-nación, pero de ahí a concluir que todo estado-nación es en esencia burgués es como afirmar que el concepto de libertad y de liberación son conceptos eminentemente reaccionarios e imperialistas porque la burguesía los utilice como pretexto ideológico para sus guerras de conquista. En manos burguesas el nacionalismo no es más que un medio de delimitar territorios de explotación y la libertad un salvoconducto para la opresión. Pero eso no invalida sino, que muy al contrario, acrecienta la necesidad de liberación de los pueblos, las clases populares y, en general, los seres humanos, convertidos en meros rebaños de productores y consumidores. El hombre, como ser social, siempre se ha agrupado en colectividades. Estas se han ido configurando por distintos avatares geográficos, climáticos, económicos, culturales, históricos, etc., constituyendo los distintos pueblos y naciones. Y esto es tan consustancial al ser humano como para cualquier animal social el vivir en manada. A su vez, cada colectivo humano convive en un territorio determinado, gobernando libremente sus propias vidas y el territorio sobre el que estas se desenvuelven. Esas sociedades son los pueblos y su organización autogobernadodora sus estados-naciones.

   España se constituye como ámbito de explotación de las aristocracias castellana y aragonesa, pasando de mero adjetivo geográfico a un primer “estado plurinacional” por derecho de herencia y conquista. Cuando la burguesía toma el relevo de la aristocracia, al no poder mantener el mismo ámbito de explotación amparándose en derechos “naturales” o “divinos”, como sus antecesores, los justifica mediante la invención de un falso pueblo y una falso estado-nación que abarque la totalidad del territorio peninsular. Es así como pasamos del “estado plurinacional” al “estado-nación español” (de aquellos Austrias reyes-emperadores de “las españas”, a los borbónicos reyes de España). Y hoy la burguesía, ante el despertar de los pueblos peninsulares, se debate entre el mantenimiento de España como estado-nación o volver al “estado plurinacional” como forma de “cambiar algo para que nada cambie”. Lo importante es mantener intacta la finca española para la explotación de sus tierras y de sus gentes. Y todos aquellos que defienden la pervivencia de España bajo cualquier formula: unitaria, federal, monárquica, republicana, nacional o “plurinacional”; no hace más que servir a los intereses de los amos de la finca. Solamente son distintas máscaras que ocultan a los españolistas de siempre. Que más da una y grande que muchas pero unidas... Lo importante es mantener España, mantener activa la finca y en perfecto estado de explotación. Cualquier cosa menos devolver la tierra a sus legítimos propietarios. Y en todo el planeta es igual; por eso “existen 2000 etnias y unos doscientos estados”, y por eso “raro es el pueblo sin estado que vive en un estado de población homogénea o el estado que abraza la totalidad de su etnia”. Dejando a un lado el tufillo fascistoide que desprende lo de “población homogénea”, habría que responder que no son los nacionalismos populares los que originan las guerras para “lograr el mapa perfecto”, ni las limpiezas étnicas precisas para logarlo. El origen son los falsos estados-naciones creados y mantenidos artificiosamente por las burguesías, el imperialismo y sus lacayos (como esos “marxistas” franceses que en nombre del estado plurinacional se opusieron a la lucha de liberación del pueblo argelino). Baste como muestra lo más cercano; es el imperialismo monárquico-castellano y el nacionalismo burgués español los culpables de todas las guerras y todas las limpiezas étnicas en la península. Los distintos pueblos y naciones peninsulares no han hecho otra cosa que luchar por su libertad defendiéndose de la agresiones, no han “originado” ninguna.

   Hoy más que nunca resulta imprescindible la existencia de una izquierda nacional andaluza, transformadora en lo social e independentista en lo nacional.